jueves, 24 de marzo de 2011

5.- Los clásicos.

Ya con una idea general de lo que puede entenderse por un análisis, su distinción del comentario y su evidente ganancia a partir de nutrirlo con la crítica, aparece otra pregunta:

¿Qué investigar? o más precisamente ¿de dónde partir?

Y aquí viene Jeffrey Alexander (acompañado por Anthony Giddens) -con su texto "La centralidad de los clásicos" a ayudarnos... Obviamente, visto desde mi perspectiva.

Primero, conviene separar a las ciencias naturales -de carácter más empírico- de las sociales, marcadas por una posible lectura humanista y un recorrido histórico que en su complejidad obliga a recurrir, para su análisis, a los llamados

CLÁSICOS

los cuales podemos considerar productos culturales a los que se les concede un rango privilegiado dentro de una disciplina o actividad social concreta y que sus contemporáneos consideran necesario conocer sin requerir necesariamente a demostrar su valor. Su utilidad resulta , además de significar rupturas epistemológicas, de señalar puntos de partida a partir de los cuales acercarse a un aspecto de nuestro entorno (por ejemplo, la política, la comunicación, la estética, etc.), es decir, permiten ubicar aquellos aspectos que se ven como problemáticos.

Otra vez, es importante entender a los clásicos inmersos en los distintos campos sociales y estos a su vez enmarcados por procesos históricos, donde la Historia no resulta algo acumulativo que da como resultado que la posible importancia de una obra clásica resulte, de manera "natural" rebasada en el presente: al partir de la experiencia de los sujetos (en la que no es posible llegar a consensos definitivos), la Historia se vuelve el campo de los razonamientos que llevan a discursos, y no de las explicaciones definitivas, lo que no permite dar por superado a las obras clásicas.

Así, es posible señalar algunas ventajas del trabajar a partir de los clásicos:
  • Facilitan la discusión teórica. Pues, como ya se dijo, reconocer su importancia sin tener que justificarla en todo momento.
  • Su existencia impide un discurso general dominante. Dado el carácter ideológico de todo discurso, resulta obvia la necesidad de cuestionarlos.
  • Permiten acuerdos o bases mínimas para una relación cultural. Estimulan puntos comunes a partir de los cuales reconocer o interpretar problemáticas.
  • Legitiman escuelas o corrientes de pensamiento. Al reconocerse dichos puntos de partida, su tendencia general queda más claramente identificada.

Otra, un poco más irónica, es que también implican -en los contemporáneos- la necesidad de superarlos.

Por último, hay que considerar que con los clásicos -como con todo nuestro entorno- se parte de relaciones empáticas y estéticas que facilitan -o no- su interpretación. Entonces, lo ideal sería disfrutar a los clásicos sin un afán erudito y desde lo que Husserl llamaba una "actitud ingenua", desprejuiciada a partir de la cual reconocer su aportación cultural, lo que no es poca cosa.

Que conste que todavia no hablamos de semiótica pero supongo que esto sirve de marco general.

Saludos.

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