James Graham Ballard
Bueno ¿y quién mejor para acompañar a Ballard?
Como la idea es sólo dar un acercamiento MUY general al trabajo de este escritor, divido en 3 apartados algunos de los aspectos que considero más interesantes: su acercamiento a la imagen, su visión sobre la narrativa -y la ciencia ficción más específicamente- y algunos elementos que, entiendo, reflejan un aporte cultural. Intercalo entonces las fuentes de las que estoy partiendo -según color- y espero terminar con algunos fragmentos suyos.
La imagen.
Una de las influencias más "evidentes" en Ballard es el surrealismo, movimiento al que entendía como un retorno a la esencia más íntima de cada uno y del que no puede dejar de considerarse sus 2 raíces más notables: el dadaismo (y su apuesta por la destrucción de los valores de la "civilización") y el simbolismo, donde ciencia y erotismo pueden convivir de manera desenfadada. Así, entre los trabajos más representativos del surrealismo, Ballard ubicaba:
Giorgio de Chirico "Las musas inquietantes". Porque muestra una ansiedad indefinida, una violencia interior en la que los maniquíes son seres humanos de los que se ha borrado todo indicio del tiempo.
Salvador Dalí. "La insistencia de la memoria". Donde el tiempo cronológico ya ha perdido validez. Hasta el embrión, símbolo de crecimiento y posibilidades, está agotado y flojo.
Para Ballard los surrealistas tienen una relevancia particular en la actualidad, cuando los elementos de ficción se multiplican hasta el punto en que es imposible distinguir entre lo "verdadero" y lo "falso" y estos términos pierden sentido.
Los surrealistas han ejercido una tremenda influencia sobre mí, aunque estrictamente hablando la palabra correcta sería corroboración. Los surrealistas demuestran cómo el mundo puede ser rehecho con la mente.
Obviamente, el surrealismo no es la única influencia pero si la más evidente. Otros artsitas por los que muestra su interés son: el Pop Art, Paul Delvaux, Richard Longo, Phoebe Gloeckner, etc. Dejo sólo este trabajo de Edward Kienholz
La literatura.
Si todo género literario puede reflejar la complejidad de la dinámica social (actuando más allá de su presente inmediato y en beneficio de una recreación más cercana de la realidad), la ciencia ficción permite representar de diferentes formas las relaciones del sujeto con su entorno. Así, en este género, a la inocencia positivista de Verne -o heroica tipo Kubrick-, Ballard opone una narrativa marcada por el obstáculo de aferrarse a algo considerado “realidad”: para él, es el desarrollo tecnológico el que terminó por subrayar la impertinencia del pasado otorgando al sujeto un presente abierto a ilimitadas alternativas. Con esto, el espacio exterior deja de ser el punto central de reflexión para abrir paso a una psique marcada por la posibilidad permanente de satisfacciones casi infantiles.
La obra de Ballard muestra entonces un marcado interés por entender el tiempo como reflejo de una crisis que abarca al sujeto que, en un sentido evolutivo, lo obliga a integrarse a la tecnología pero no en los términos optimistas de McLuhan sino con toda su carga neurótica. Así, el supuesto control racional de la tecnología, se ve rebasado por diversos sistemas -el nervioso, por ejemplo- dando paso a un post-humano marcado por lo irracional.
Al mismo tiempo, Ballard entiende que las tradicionales preocupaciones de la novela -moderna- como son el pasado de una personalidad, la inspección de sus raíces y, en el mejor de los casos, el examen de los matices más sutiles del comportamiento social, frecuentemente se dejan de lado las implicaciones tecnológicas. Así, si la ciencia es cada vez más el lenguaje dominante, sería la ciencia ficción el género idóneo para describir hipótesis de las nuevas psicopatologías cotidianas.
Pero la tecnología se revela impotente para permitir al individuo una comunicación completa y termina por ofrecerle la repetición permanente de sus frustraciones.
La única salida coherente para el individuo es entonces la de liberar sus obsesiones: las "racionalmente" placenteras -y socialmente aceptadas, como el alcoholismo o la infidelidad- y aquellas que al brindarle un valor orgánico a dicha tecnología, terminan por sexualizarla. Se aceptan entonces -y con buen ánimo- los vínculos entre pornografía y ciencia.
La realidad entonces termina por volverse demasiado real: a la realidad psíquica -con su no-noción del tiempo y sus deseos conscientes e inconscientes-, se suma la de los medios en la que no importa si se presentan asesinatos de políticos, exterminios de minorías sociales o desastres ecológicos siempre y cuando se siga la lógica del espectáculo tipo Disney. El humor se hace un poco más complejo, más cargado a la ironía.
Para evitar los ahogos de la vida inglesa, me valía de los escritores estadounidenses y europeo, el canon completo de la modernidad clásica: Hemingway, Dos Passos, Kafka, Camus, Joyce y Dostoievsky. Probablemente fue una pérdida de tiempo total. leí demasiado y demasiado pronto, mucho antes de que tuviera ninguna experiencia sobre la vida adulta. Entonces, a los 16 años, conocí a Freud y los surrealistas y una andanada de bombas que cayó delante de mí y destruyó todos los puentes que dudaba en cruzar.
Pero bueno, supongo que ya fue mucho texto así que la seguimos en la próxima, saludos
Fuentes:
- Linda Kauffman. Malas y perversos. Fantasías en la cultura y el arte contemporáneo. Ed. Cátedra. Frónesis. Universitat de València, España, 2000
- James G. Ballard. Guía del usuario para el nuevo milenio. Ensayos y reseñas. Ed. Minotauro, España, 2002
- Hablan los escritores. The Paris Review. Traducción de David rosembaum, Ed. Kairos, España, 1981
- James G. Ballard. Milagros de vida. Una autobiografía. Ed. Mondadori, México, 2008
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