He visto cosas que ustedes no creerían...
Naves de ataque ardiendo más allá de Orión...
He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de La Puerta de Tannháuser...
Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia...
Es hora de morir...
Blade Runner
He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de La Puerta de Tannháuser...
Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia...
Es hora de morir...
Blade Runner
Si, sé que es un lugar común pero... Que bonita escena para referirse a Philip K. Dick ¿a poco no? -Sirve que le apestamos el final a quien todavía no la haya visto...-
Creo que a diferencia de Ballard -a quien entiendo como un autor propio de una estética posmoderna- a Dick es posible ubicarlo en una ciencia-ficción moderna, más "tradicional" -incluso sus intentos por hacer novela "seria" lejos de cuestionar los esquemas del género terminan, creo, dejando ver cierto prejuicio-. Al mismo tiempo, su trabajo tiene obvias diferencias con el grueso del género: su interés por el tema de las drogas, la religión, los desórdenes mentales y la permanente duda de donde situar exactamente la realidad.
Como con Ballard, más que hablar de sus novelas, prefiero desarrollar temas paralelos. También creo que, por ser una referencia obvia, Blade Runner -sin que Dick sea más que un punto de partida- permite considerar varios aspectos: el paso, en el lenguaje cinematográfico, a una estética posmoderna o neobarroca y, sobre todo, la respuesta del público. Por lo mismo, voy a poner un segundo ejemplo de cómo revisaría Blade Runner a partir del kitsch, -entendido como el mal gusto a nivel social-.
Así que... Otra vez, si la cultura se puede entender a partir de los diferentes mensajes que construye, todo mensaje puede entenderse como una "estructura" que, según su mayor o menos complejidad, invita al receptor a identificar las posibles relaciones del mensaje con su entorno o consigo mismo. La construcción de los mensajes determina entonces el estilo del autor: su manera de organizar su obra en un contexto y para un público específico -mismo que puede o no comprometerse a descifrar su mensaje-.
A esto podemos sumar que el concepto kitsch -dejarlo como algo meramente formal sería limitarlo- aparece en Münich allá por 1860, resultado de un proceso de industrialización mal entendido por parte de una cultura burguesa preocupada por abaratar su entorno y por entenderlo en términos meramente de producción-consumo con lo que deja de lado no sólo el trabajo intelectual al que obliga toda obra poética, sino que busca a toda costa que dicho entorno resulte moralmente bueno y agradable: todo debe ser adornado y lo desagradable o intelectualmente complejo debe ser, en la medida de lo posible, eliminado. -de ahi que propuestas como la del funcionalismo de la bauhaus le resulte incomprensible a la cultura burguesa-.
El kitsch puede entonces entenderse como una apropiación patológica del entorno -un poco lo que Freud entiende como fetichismo y Marx como alienación-, donde el mayor criterio para acercarse a la cultura es a partir de la oferta y la demanda: los objetos se regulan según su comercialización y no su contenido, volviéndose reflejo ya no de un trabajo de creación, sino de status social. Con esto, el kitsch deja de ser algo meramente formal obligando a considerar a un productor de kitsch y un usuario igualmente kitsch.
El problema es que en la cultura contemporánea conviven diferentes formas de acercarse a la realidad: algunas bastante primitivas, otras más aburguesadas, (y otras francamente pendejas) etc. etc. Al mismo tiempo, todo producto cultural (llámese arte, política, comic o películas) obligan a centrar la atención ya no sólo en los mensajes sino en la respuesta de quienes los reciben.
El problema viene con los mensajes poéticos: son de tal complejidad que, lejos de buscar una comunicación directa con el público, lo obligan a descubrir distintos significados en un mismo mensaje. Así, si tradicionalmente los mensajes intentan una comunicación directa, el artista plantea en su obra otras formas de leer los mensajes -y con esto la realidad-.
Así, el kitsch se encarga de promover la democrática idea de que aquello que las mayorías consumimos es necesariamente lo mejor, no lo más caro pero casi, no lo más coherente pero casi. Moles propone 5 principios del kitsch que, sin ser definitivos, si nos permiten acercarnos a este fenómeno social. Dichos principios son:
Dos preguntas se hacen obvias:
Y ya oigo -otra vez- al que dice: "ay claro, pero es que en esos tiempos los efectos eran muy malos y la gente muy fácilmente se dejaba engañar"... Por cierto que generalmente es la misma persona que gustosa recomienda "Avatar" porque esa si tiene unos efectos bien buenos... en fin.
Si les sirve:
Y, si les interesa, dejo bibliografía sobre el tema.
-Y, como siempre les digo a aquellos que les doy este tema, aquí va la oferta: un 10 en calificación final a quien consiga:
Como con Ballard, más que hablar de sus novelas, prefiero desarrollar temas paralelos. También creo que, por ser una referencia obvia, Blade Runner -sin que Dick sea más que un punto de partida- permite considerar varios aspectos: el paso, en el lenguaje cinematográfico, a una estética posmoderna o neobarroca y, sobre todo, la respuesta del público. Por lo mismo, voy a poner un segundo ejemplo de cómo revisaría Blade Runner a partir del kitsch, -entendido como el mal gusto a nivel social-.
Así que... Otra vez, si la cultura se puede entender a partir de los diferentes mensajes que construye, todo mensaje puede entenderse como una "estructura" que, según su mayor o menos complejidad, invita al receptor a identificar las posibles relaciones del mensaje con su entorno o consigo mismo. La construcción de los mensajes determina entonces el estilo del autor: su manera de organizar su obra en un contexto y para un público específico -mismo que puede o no comprometerse a descifrar su mensaje-.
A esto podemos sumar que el concepto kitsch -dejarlo como algo meramente formal sería limitarlo- aparece en Münich allá por 1860, resultado de un proceso de industrialización mal entendido por parte de una cultura burguesa preocupada por abaratar su entorno y por entenderlo en términos meramente de producción-consumo con lo que deja de lado no sólo el trabajo intelectual al que obliga toda obra poética, sino que busca a toda costa que dicho entorno resulte moralmente bueno y agradable: todo debe ser adornado y lo desagradable o intelectualmente complejo debe ser, en la medida de lo posible, eliminado. -de ahi que propuestas como la del funcionalismo de la bauhaus le resulte incomprensible a la cultura burguesa-.
El kitsch puede entonces entenderse como una apropiación patológica del entorno -un poco lo que Freud entiende como fetichismo y Marx como alienación-, donde el mayor criterio para acercarse a la cultura es a partir de la oferta y la demanda: los objetos se regulan según su comercialización y no su contenido, volviéndose reflejo ya no de un trabajo de creación, sino de status social. Con esto, el kitsch deja de ser algo meramente formal obligando a considerar a un productor de kitsch y un usuario igualmente kitsch.
El problema es que en la cultura contemporánea conviven diferentes formas de acercarse a la realidad: algunas bastante primitivas, otras más aburguesadas, (y otras francamente pendejas) etc. etc. Al mismo tiempo, todo producto cultural (llámese arte, política, comic o películas) obligan a centrar la atención ya no sólo en los mensajes sino en la respuesta de quienes los reciben.
El problema viene con los mensajes poéticos: son de tal complejidad que, lejos de buscar una comunicación directa con el público, lo obligan a descubrir distintos significados en un mismo mensaje. Así, si tradicionalmente los mensajes intentan una comunicación directa, el artista plantea en su obra otras formas de leer los mensajes -y con esto la realidad-.
Así, el kitsch se encarga de promover la democrática idea de que aquello que las mayorías consumimos es necesariamente lo mejor, no lo más caro pero casi, no lo más coherente pero casi. Moles propone 5 principios del kitsch que, sin ser definitivos, si nos permiten acercarnos a este fenómeno social. Dichos principios son:
- Inadecuación. El objeto presenta un distanciamiento de su función original. Está bien realizado pero mal conceptualizado.
- Acumulación. El objeto intenta sorprender a partir de recargarse de elementos. Pa´ quien le tenía fe a los canales "culturales".
- Percepción sinéstica. El objeto se pretende una obra total, es decir, que abarca todos los sentidos dejando de lado el sentido original del objeto mismo.
- Mediocridad. La incapacidad de ser complejo, obliga al usuario del objeto a aceptarlo de manera condescendiente.
- Confort. El objeto busca ser agradable antes que funcional.
Dos preguntas se hacen obvias:
- ¿Qué tiene que ver esto con Blade runner?
Y ya oigo -otra vez- al que dice: "ay claro, pero es que en esos tiempos los efectos eran muy malos y la gente muy fácilmente se dejaba engañar"... Por cierto que generalmente es la misma persona que gustosa recomienda "Avatar" porque esa si tiene unos efectos bien buenos... en fin.
- ¿Dónde quedó Blade runner?
Si les sirve:
Y, si les interesa, dejo bibliografía sobre el tema.
- Abraham Moles. El kitsch. El arte de la felicidad.
- Hermann Broch. Kitsch, vanguardia y el arte por el arte.
- Umberto Eco. Apocalípticos e integrados en la cultura de masas.
-Y, como siempre les digo a aquellos que les doy este tema, aquí va la oferta: un 10 en calificación final a quien consiga:
- Ludwig Giesz. Fenomenología del kitsch.-
Mmmm... Me siento tocada en el corazón. Blade Runner es una de mis favoritas (aunque la vi mucho después, ya que en esa época no superaba los 6 años...).
ResponderEliminarPero creo que su falta de repercusión en ese momento se debió a que estaba adelantada a su época -su estética parodia lo kitsch, lo critica- y porque en el fondo su discurso es más moderno que posmoderno. Esa aparente incongruencia entre lo estético (la imagen) y el diálogo (en particular el del replicante Roy -Rutger Hauer- al final), es en sí la revelación de la crítica al camino que ha tomado la humanidad y la advertencia de que a nada bueno puede llevar.
Yo retomaría la escena desde unos minutos antes, cuando Rick Deckard -Harrison Ford- está a punto de caer y el replicante decide no matarlo. Ese es el momento de la iluminación, de la conciencia despierta a una verdad universal: el valor que damos a la vida.
Sí, soy hija de la modernidad y la posmodernidad no me convence del todo... Será cosa de encontrar un equilibrio funcional entre la mirada esperanzada y la crítica ácida.
Saludos!!
Florencia.
PD: excelentes los ejemplos ilustrativos de los 5 elementos descriptivos del "Kitsch".
Hola Florencia:
ResponderEliminarEstaba muy fácil: ¿A quién carajos no le gusta "Blade runner" -¿y por qué siempre la respuesta se repite?-?
Y fijese: como usted es una optimista, ve la película como adelantada. Como yo soy un amarguetas, creo que -ahi si- estamos hablando de una obra de arte pero que, como siempre, es el público el que resulta atrasado. Y de hecho, creo que los verdaderos modernos, clásicos o posmodernos (etc, etc, etc.) son los que reflexionan alrededor del sujeto. Creo que esa es la intención tanto de Metropolis como de Blade runner y es precisamente lo que las acerca y las distingue...
De la escena: coincido pero sólo había 2 opciones:
a)Había una tal como la que usté dice pero estaba doblada al español y como que no me convenció -¡jolines!.
b)La segunda era muy bonita -en HD y toda la cosa- pero el envidioso que la subió no dejaba pegotearla, ni modo...
Y yo soy hijo mis apás -pa´ bien o pa´ mal- así que, prefiriendo darle la vuelta a las cosas, sigo pensando que lo mejor es encontrarle el lado irónico a las cosas -entre las que me incluyo y pongo en primer lugar, claro-...
Y obvio, muchas gracias por darse la vuelta por acá...